
Pero desde una perspectiva moderna, las especulaciones más interesantes fueron echas por Leucipo y su discípulo Demócrito, quienes vivieron en el siglo V a.C. Ellos creyeron que todo estaba hecho de algo a lo que ellos llamaron "átomos", del griego que significa "indivisible". Los átomo eran invisibles, indestructibles, separados por un espacio vacío y en movimiento constante. A veces ellos chocan y rebotan entre sí como bolas de billar. A veces, se combinan y se entrelazan, lo que sería una forma justa para describir lo que hoy llamamos moléculas. Al final, fueron los bloques de construcción invisible de todas las cosas, incluso el alma, de la cual Demócrito dijo que consistía en átomos esféricos de fuego y, en la medida que la ciencia nos dice ahora que el universo es un mundo erizado de partículas infinitesimales, los griegos "atomistas" tenían razón.